El impulsar las estrategias de integración en la escuela obedece no solamente a un interés intelectual o académico; la situación social de nuestro país exige una mirada y un tratamiento integral de nuestros problemas, así lo consideran algunos teóricos colombianos. Ningún experto, por muy bien preparado que esté en su área de conocimiento, puede encontrar soluciones acordes con los problemas complejos que afrontamos, como la guerra que actualmente afronta el país, el deterioro del medio ambiente, el atraso tecnológico, el desempleo, la injusticia, la impunidad, el desplazamiento forzoso, la falta de acceso al sistema educativo. El intentar resolver problemas en forma fragmentada y local lleva a que las soluciones resulten poco convenientes.
La organización curricular, dividida ya desde el primer grado, a la temprana edad de cinco, seis y siete años, en áreas del conocimiento con muy poca o ninguna relación entre sí, fragmenta el conocimiento de una manera que no es el resultado de la diferenciación analítica progresiva realizada por los estudiantes. El conocimiento se les presenta atomizado, recortado en sus aspectos físicos, químicos, biológicos, geográficos, históricos, estéticos, religiosos simplificándolo excesivamente, presentándolo como una realidad fija y estática que deben aceptar, borrando casi todas las relaciones existentes entre los componentes curriculares. Esta presentación fragmentada del conocimiento pocas veces se complementa con actividades pedagógicas que les permitan a los estudiantes reconstruir la totalidad.
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